Aquella
mañana hacía tanto calor que la tierra estaba al borde de calcinarse, con los
rayos de sol funcionando como fósforos gigantes. Había sudor por todos los
cuerpos y las paredes quemaban al tocarlas. Mamá me había puesto ropa que
dejaba libres la mayor parte de mis extremidades, me empapó en protector solar
con el factor más alto y me peinó con una cola de caballo, bien alta y tan
tirante que me achinaba la expresión. La crema me causaba una picazón
insoportable en los ojos pero nunca me quejé, percibía su preocupación y la
tensión en el ambiente. Rellenó varias botellas con agua helada y nos fuimos de
casa para enterarnos de lo que nos esperaba el resto de nuestra vida. Ella no dijo
ni una sola palabra durante las cuadras que separaban nuestra casa del Centro
de Revelaciones del Tiempo.
Cuando llegamos, había más
cantidad de gente que la que había visto durante toda mi vida. Estaban ahí,
haciendo cola, con el sol sobre sus cabezas, abanicándose y sudando esperanza.
Había niños llorando desconsoladamente y ancianos maldiciendo. Estuvimos por
horas esperando. Los datos iban a ser revelados en distintos puntos de la
ciudad, en todas las ciudades del mundo. Fue como si la tierra hubiera detenido
su rotación normal y todos los humanos estaban ahí parados, expectantes,
comiéndose las uñas y arrancándose el pelo de los nervios que tenían por saber
cuándo iba a ser el día en que la muerte se los llevara. El invento surgió de
un tipo que quería controlar el mundo. Fue catastrófico. Hubieron discusiones,
protestas y conflictos sociales hasta en el último recoveco. Nadie quería saber
cuándo iba a ser el momento, pero era obligatorio ir a recoger la
información. La Brigada de Protección del Tiempo andaba patrullando y no
flaqueaban cuando tenían que llevar a alguien preso o incluso matarlo si se
convertía en un desertor.
Estaba muy aburrida y los otros
niños alrededor no tenían ganas de jugar, o sus padres no los dejaban. Entonces
para entretenerme, me había puesto a contar cuántas personas había en la fila
delante de nosotras, iba desde donde estaba mamá con su “dejá de correr, te vas
a caer” hasta donde las máquinas, que con solo escanear la huella digital y el
patrón de iris de una persona, revelaban la fecha y hora de su muerte. Estaba
todo calculado.
Los rostros de esa gente
conforme iban acercándose a los aparatos de la Verdad del Tiempo eran cada vez
más pálidos. Algunos transpiraban sudor helado, otros temblaban de miedo,
porque de frío era imposible. Había unos pocos grupos de jóvenes que estaban
emocionados porque se acabaría la intriga, y juraban solemnemente si la fecha
de muerte era al día siguiente o en las próximas semanas, iban a pasarlo en una
borrachera fulminante.
No todos estaban confiados de
la exactitud del sistema y mi mamá conservaba su incredulidad, creo que por
esperanza de que el mundo no se convirtiera en una abominación. Pero lo que
ocurrió mientras esperábamos vino a arrebatarle todas las dudas que ella y los
desconfiados tenían sobre el brillante y macabro invento del hombre que
extinguió la intriga.
Una señora que rondaba los
cuarenta, estaba esperando delante nuestro con su hijo, él tenía casi la misma
edad que yo en ese momento. Resultó ser una antigua vecina cuando mis padres
todavía se querían.
Sin síntomas de anomalía
alguna, la mujer se desplomó en el suelo. Su hijo intentó hacerla reaccionar
sin éxito. Mamá se arrodilló y tocándole la cara, gritó pidiendo auxilio.
Varios guardias llegaron donde el horror y formando un círculo alrededor de la
mujer, apartaron a todos. Debían corroborar la fecha de muerte de aquella
mujer, de lo contrario, había que buscar algún médico. Pero simplemente se
llevaron el cadáver a la morgue.
El hijo, esperando una
respuesta, se encolerizó de tal modo que tomó a uno de los guardias por el
cuello de su camisa. Los hombres vestidos con uniformes militares se lo
llevaron preso por desacato a la Ley del Tiempo. Los otros allí presentes
también exigían una respuesta pero cuando los guardias desenfundaron las armas,
se llevaron todas las ganas de protestar.
Luego del suceso, mamá me
agarraba la mano tan fuerte que me hacía doler los dedos y conforme se iba
acercando nuestro turno en la fila, más temblaba ella. Me era imposible
distinguir entre su vestido blanco o su semblante casi transparente. Yo no
estaba nerviosa porque no entendía demasiado pero lo que sí tenía claro en mi
estrecha mente de seis años era que no quería que ella se muriera, ni pronto ni
nunca.
Cuando llegó nuestro turno, nos
paramos frente a la máquina. Era de ángulos cuadrados y color gris, conformaba
una figura espantosa, asemejándose a un robot. Me entretuve imaginando que le
surgirían las piernas de algún lado. Tenía un lector de iris y un pequeño
escáner donde se apoyaba el dedo pulgar.
Mamá me alzó para que mi ojo
pudiera llegar al nivel del lector. Una luz parpadeaba por varios segundos.
Después me tomó el pulgar y lo apoyó sobre el escáner. Al instante aparecieron
mis fechas: la fecha de mi nacimiento y al lado, amenazante, la fecha de mi
muerte
Su semblante se volvió aún más blanco, si es
que eso era humanamente posible. Automáticamente, buscó su fecha y se llevó la
mano temblorosa a la boca para que no se oyera su grito de desolación. Aún así,
pude escucharla. Hasta creo que sus lágrimas me salpicaron. Las personas que
seguían en la fila comenzaron a impacientarse y los guardias, empujándonos, nos
obligaron a movernos. Cuando nos hicimos a un lado de la fila, mamá se puso en
cuclillas frente a mí y me abrazó tan fuerte que creí que íbamos a intercambiar
cuerpos. Me dijo al oído que me amaba profundamente y que no debía temerle al
tiempo. Le acaricié el pelo y con el dorso del meñique le sequé las lágrimas.
Camino de vuelta a casa, con las botellas vacías y el sol perdiéndose en el
horizonte, le pregunté sobre nuestras fechas.
Pasaron veinte años desde el día de la Revelación
del Tiempo y hoy es el último momento de mi vida.
Fantástico Martina. Un relato impresionante que me ha producido como se suele decir, escalofríos. Un cuento que entra dentro de la ciencia afición, pero con el pasar de los años todo es posible.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el tema y tu forma de expresarlo.
Encantada de haberlo leído y tu paso por mi blog.
Gracias y un abrazo.
Muchas gracias Elda! Nos visitamos. Saludos
EliminarYa te sigo Martina. Gracias por pasar por mi blog.
ResponderEliminarUn abrazo.
Saludos Lobezna!
EliminarBoa tarde, gostei da historia e da criatividade.
ResponderEliminarResto de boa semana,
AG
Marina un relato que a estas horas no recomiendo leer es veraz y me deja la piel de pollo
ResponderEliminarbravo
un abrazote
Gracias Ino! Saludos
EliminarHola Marina, es un gran relato, tienes una gran imaginación. No creas que tu relato esta muy legos de la realidad, es tanto el afán de poder que harían cualquier cosas.
ResponderEliminarGracias por tu visita a mi blog.
Saludos.
¡Sin dudas! Nos seguimos visitando. Saludos, Cristina
EliminarHola! Te he nominado al premio Best Blog Award.
ResponderEliminarTe dejo mi entrada por si te animas http://conloslibrosenlamaleta.blogspot.com.es/2016/09/best-blog-award.html
Saludos!!
Lindo cuento! Mencantoo, te sigo. Pasate por mi blog. Un beso
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