Siempre que subo al transporte público, los viajes son ordinarios y cansadores. Quiero llegar a destino y listo. Además, siempre salgo tarde de mi casa por dormir cinco minutos más o porque nunca decido a tiempo que ropa usar.
Hubo una noche, cuando volvía de la facultad, cansada y con hambre, que una historia se presentó ante mis oídos.
El chofer del colectivo charlaba animadamente con un niño que iba sentado en el primer asiento, el más cercano al asiento del conductor. Perdida en mis cavilaciones sobre el examen del día siguiente, no les presté atención al principio. Antes de haberlos escuchado hablar, supuse que sería un niño que viajaba solo y que el chofer lo estaba cuidando o un pobre que sus padres habían dejado a la deriva. De todas maneras, el niño se mostraba contento.
Hundiendo mi ojo curioso en la situación, observé que el pequeño llevaba un cuaderno en la falda, y en la mano derecha, un lápiz. Pensé que estaba dibujando. Segundos después entendí que no estaba garabateando la hoja, estaba escribiéndola. Mis ojos brillaron y la señora chusma que llevo dentro quiso saber más.
Conforme se acercaba mi destino, yo no lograba descubrir nada más. Hasta que en la parada anterior, siguiendo el hilo de la conversación, el chofer se transformó en el padre, y su hijo le contaba que había escrito dos historias ese mismo día: la de la anciana que tenía dificultades para caminar y que pidió amablemente si el colectivo se podía acercar más a la vereda; y también la de la madre que subió con cinco revoltosos hijos y que los logró ubicar en fila india en los asientos de atrás.
Mientras su papá lo llevaba al trabajo, el niño relataba las historias de los pasajeros y había encontrado la mejor manera de no aburrirse en el interminable recorrido que hacía todas las noches el 37.
No puede ser más tierno.
ResponderEliminarMe encanta.
Besos.
Coincido con Toro,es de una ternura que acaricia.
ResponderEliminarGracias por tu visita,encantada de conocerte.
: )
Saludos.
Y es que, para los padres, los hijos siempre seremos sus niños, sin importar la edad que tengamos
ResponderEliminarbesos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBuena forma de amenizar el viaje, así los padre e hijo están conectados por los sucesos de los viajeros.
ResponderEliminarMuy entretenido este cuento
Saludos
Puri
bonita historia, los pekes siempre saben como salir de la rutina aburrida. Por cierto también yo llevo una señora chusma dentro que observa lo que pasa alrededor sin perder detalle jejeje
ResponderEliminarQuién pudiera volver a mirar la vida con los ojos de ese niño , así sin más...
ResponderEliminarPrecioso relato
Un abrazote
Tú historia es bastante agradable. Me gusta cómo escribes.
ResponderEliminarPor curiosidad... ¿qué es lo que estudias?
Espero que estés muy bien. ¡Saludos! :)
Gracias!! Estudio Bioquímica y Artes de la EScritura. Saludos!
EliminarUn relato muy tierno. Desde luego es una manera original de lograr la conciliación laboral.
ResponderEliminarSaludos!!
Cuánta ternura en esta historia. Me gusta como escribes!
ResponderEliminarBesotes!!!
Las historias anónimas encierran tan bellas historias...
ResponderEliminarUn saludo Martina.
un preciosa historia dentro de otra bella historia
ResponderEliminarbesos